EL ADIÓS DE LA MEMORIA
Y allí estaba él, se encontraba sentado sobre un sillón verde
oscuro, enfrente de la gran y única ventana de la estancia. Esta iluminaba toda
la habitación manchando con pinceladas rojas y naranjas del ocaso que aún se
dejaba ver tímidamente.
Mientras observaba cómo
el sol se escondía de disimulo, intentaba percibir cualquier atisbo de
recuerdo, descubrir por un instante el recoveco donde se refugiaban sus
recuerdos y arrebatarlos del olvido.
Se incorporó y comenzó a
andar, sin saber a dónde, sin intención de llegar a ningún sitio, tan solo
pretendiendo encontrar algo que aún significara algo.
En cuanto salió de la
estancia, se percató de inmediato de la presencia de un gran cuadro que desde
el primer momento captó toda su atención. El cuadro, de ambiente desolador,
representaba la imagen de un niño pequeño, de unos siete años de tez morena y
pelo castaño, sus labios eran rojos y pronunciados y sus ojos parecían esconder
dolor, un dolor profundo y humano que solo se puede expresar con la mirada
esquiva y temerosa de un niño; el fondo negro contrastaba con la camisa azul
celeste raída y sucia, sus manos negras y heridas reflejo de lo que parecería
una vida mísera.
Qué cruel es la vida,
que se ceba con los más débiles, se dijo a sí mismo, mientras un escalofrío se hacía
dueño de su cuerpo y apretaba los labios con fuerza.
A pesar de los
sentimientos encontrados, decidió no dedicarle más tiempo, pues sabía que esta
imagen no aguardaba mayores secretos, por ello prosiguió.
Miró a su alrededor y vio
un amplio pasillo que daba paso a varias estancias, las paredes eran color
verde muy claro, decoradas con un papel plateado y negro que hacían figuras que
parecían no tener concordancia unas con otras, pero que daban un toque de
luminosidad y desenfado. Comenzó a andar por el pasillo, y se dio cuenta de que
al final de este se encontraba un mueble de color blanco roto, se dirigió a él
y lo corroboró , era una pequeña estantería colgada de la pared, en ella había
varios libros de temas muy dispares, incluso infantiles.
En una esquina de la
estantería vio algo, que le llamó la atención, una fotografía, enmarcada en
madera oscura. Casi sin querer la cogió y se dio cuenta de que el marco de
madera tenía pequeñas figuras en relieve, la más llamativa tal vez, era la de
una flor en la esquina superior derecha que tal vez estuviera tallada a mano.
Pero, no era eso lo que
le cautivó, ni era eso por lo que cogió la foto, fue por la mujer de la imagen,
era preciosa, su cabello era negro, su tez más bien blanquecina, sus ojos
azules parecían infinitos, llevaba puesto un vestido largo de color rosa palo
con estampado de pequeñas flores blancas que se desperdigaban por todo el
vestido, parecía tan delicada, tan frágil, de repente sintió la necesidad de
dar la vuelta al marco, y casi como un movimiento involuntario lo hizo, y para
su sorpresa, encontró que alguien había escrito a mano: 1997 Te quiero Jorge.
Y entonces, sintió cómo de pronto algo le consumía, un
sentimiento irrefrenable se apoderaba de él irremediablemente, y en pocos
segundos las lágrimas brotaron de sus ojos.
Pero, ¿por qué? ¿por qué
lloraba? ¿por qué se sentía extraño en lo que él mismo reconocía como su propia
casa? ¿Quién era la mujer de la foto? ¿Sería su amada? La frustración culminó
con su desasosiego y en un acto de rabia lanzó la foto contra el suelo,
rompiendo el cristal del marco, inmediatamente se agachó pues algo le pareció
inusual, cogió un pedazo de cristal roto del suelo y viendo su reflejo en él
musitó: Y tú, ¿Quién eres?
Beatriz García Fernández. 4ºESO
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