
Las obras de Camus tienen ciertos toques filosóficos,
quizás influida por la época en que le tocó vivir, una existencia enmarcada en
el tiempo de dos guerras mundiales. Sus libros se consideran
"existencialistas", reflexionan siempre sobre el sentido de la vida y
el ser humano. Son los actos los que determinan quiénes son las personas, es el
individuo el que se va haciendo a sí mismo a través de sus elecciones libres.
En La peste, un
narrador en forma de cronista cuenta lo que sucede en su ciudad cuando se ve atcada
por una verdadera epidemia en la que los casos de afectados se van
multiplicando y llevan al aislamiento de la población tras el corte de las
comunicaciones y el cierre de la ciudad. Se pierde el individualismo y la
libertad, las costumbres se ven sustituidas por preocupaciones inmediatas, y
toda la ciudad se ve envuelta en una historia colectiva. Sus habitantes se
limitan a vivir en el presente, mirando con nostalgia el pasado y sin atreverse
a imaginar el futuro. Unos se desesperan y otros aguantan su sino estoicamente,
conscientes de que "el hábito de la desesperación es peor que la
desesperación misma". La peste,
por tanto, narra las consecuencias del aislamiento de toda una ciudad, lo cual
pone de manifiesto lo mejor y lo peor que cada uno de sus ciudadanos lleva
dentro: sus miedos, traiciones, individualismo, pero también la solidaridad, la
compasión, el espíritu de colaboración con el prójimo en tareas comunes...
Citas célebres de La
peste:
El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en
ella, cómo se ama y cómo se muere.
Hay los que tienen miedo y los
que no lo tienen. Pero los más numerosos son los que todavía no han tenido
tiempo de tenerlo.
Desde el principio de toda
historia el azote de dios pone a sus pies a los orgullosos y a los ciegos.
Meditad en esto y caed de rodillas.
Hoy la verdad es una orden.
El cansancio es una especie de locura.
… hay una cosa que se desea siempre y se obtiene a veces: la ternura
humana.
… la alegría es una quemadura que no se saborea.
La
peste había quitado a todos la posibilidad de amar e incluso de amistad, pues
el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que
instantes.
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